Piezas irremplazables

Por Jazmín Cañete

Son los fragmentos de recuerdos con los que “Globo flotando contra el techo de un shopping” juega a reconstruir la memoria de un chico de siete años. Es una obra de Daniela Regert concebida dentro de la carrera de Dirección Escénica del IUNA.

¿Quiénes juegan con el rompecabezas de nuestra memoria? Armamos y desarmamos el recuerdo con las pequeñas piezas hechas de imágenes, olores, sabores o escenas incompletas e incluso, fantaseadas del pasado. A veces, si falta alguna, podemos sumarnos de a varios a la reconstrucción y pasar horas desenterrando momentos y detalles para agregarlos a la imagen total. Una imagen, por lo general, pequeña y fugaz.

En Globo flotando contra el techo de un shopping -escrita por Alberto Rojas Apel y dirigida por Daniela Regert como un proyecto de la cátedra de Ana Alvarado de la Licenciatura en Dirección Escénica del IUNA- tres personajes juegan a armar el rompecabezas de una efímera imagen de Eloy a los siete años: la tarde en la que su globo nuevo de Buzz Lightyear se le suelta de la mano para quedar atrapado en el alto techo de un shopping.

La obra empieza con uno de los personajes anticipando que va a encarnar la voz del Eloy de siete, ahora muerto. A partir de entonces, desde un espacio y tiempo compartidos pero virtuales, la encarnación de Eloy -en un hombre barbudo, con acento español-, su papá y el sereno del shopping se van turnando para aportar su piecita a la escena del pasado. La imagen no pertenece sólo al recuerdo del nene: el globo atrapado pasa a ser una obsesión de los dos personajes adultos después de la pérdida.

Sin golpes bajos, la directora y los actores -Gonzalo Ramos, Guillermo Genta y Alvaro Mugrabi- se encargan de construir esta anécdota trágica desde miradas inocentes que generan simpatía y no dejan de causar gracia: el globo de Buzz flota -Eloy aclara que no vuela ya que lo tiene agarrado del  piolín- por ser uno de esos llenos de carbohidratos, como le explicó su papá.

Los tres personajes disponen sus piezas parciales y subjetivas ayudándose de una utilería sencilla -unos banquitos y veladores manipulados por los actores para generar el espacio del shopping y los espacios otros desde los que arman el rompecabezas-, de la ambientación sonora de Matías Mielniczuk y de las proyecciones de David Irurzun contra la pared de fondo del escenario.

La imagen terminada nos conmueve y convoca. Es que todos compartimos las piezas de este tipo de rompecabezas: quién no se perdió en la playa o en un supermercado, quien no lloró por ése juguete perdido a pesar de que los papás los reemplacen por otros idénticos, a quién no se le soltó un globo contra el techo de un shopping.

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