En las alturas donde está el viento

Por Vicky Caracoche

El documental “Man on wire” habla sobre la audaz peripecia de un funambulista francés que en 1974 cruzó las Torres Gemelas caminando sobre una cuerda floja.

La historia es a un tiempo inverosímil pero intrigante. ¿Cuál es la motivación que conduce a una persona a realizar una obra tan romántica como peligrosa?
En agosto de 1974, Philippe Petit caminó durante casi una hora sobre una cuerda dispuesta en las terrazas de las Torres Gemelas en Nueva York, es decir, a cuatrocientos cincuenta metros de altura.
La sola idea de que vos transeúnte mires para arriba y veas un tipo “flotando” a una distancia de, digamos, cuatro cuadras y media hacia el cielo, es un poco absurda.
Petit conoce el peligro, sabe que existe, pero no lo contempla. Él trasciende el aire y es un duende allá en lo alto: el vértigo es una sensación desconocida.
Su primer caminata en grandes alturas fue atravesando las cúpulas de Notre Dame de París, y luego siguió en un puente en el puerto de Sydney. Su destino irrefutable, que conoció cuando las Torres recién comenzaban a construirse, lo esperaba.
A partir de ahí, el objetivo de Petit se cumpliría gracias a la logística armada para llevar adelante tal hazaña. Un verdadero equipo formado por su compañera y un grupo de amigos y desconocidos con un rol determinado y asumiendo su papel como actores profesionales, embarcados en esta audaz peripecia muy convencidos de su objetivo.
Gracias a la calculadísima planificación y a las investigaciones detectivescas, ingresaron tanto ellos como el equipamiento necesario: sogas, cables y otras herramientas que les permitirían, durante la noche, colocar el alambre y tenderlo hasta la otra torre.

El documental, ganador de premios Oscar, BAFTA y Sundance en 2008, entre otros, mezcla imágenes de archivo, testimonios y recreaciones muy verdaderas, logrando su objetivo principal: envolver al espectador en la epopeya grupal de este equilibrista.
Por su parte, el relato, a pesar de su aparente intrascendencia, es atrapante no sólo por la hazaña en sí, sino por el magnetismo y el tesón de Monsieur Petit y sus colaboradores, con sus peculiares formas de contar, en una especie de teatro vivo, por momentos algo empalagoso. El equipo se muestra unido por un sentimiento de emoción romántica al evocarlo, como una visión bella e irreversible.
Finalmente, esa performance magnífica y aterradora sucede. Petit baila, ríe e hipnotiza a todos.
La muerte pasa a un segundo plano: ya no hay temor, sólo hechizo. Allí arriba, la acción artística y efímera de un hombre caminando en el cielo diluye el miedo en una mística poética e inolvidable.

Ficha técnica:  Inglaterra (2008 – 94 min.) Dirección: James Marsh. Dir. de Fotografía: Igor Martinovic. Montaje: Jinx Godfrey. Música: Michael Nyman, J. Ralph.

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