La pintura que suena

Por Pablo Bobadilla

Justo antes de presentarse en el Suceso Irradiante muyricotodo* de febrero, Lula Mari nos cuenta la gestación de su obra, su ingeniosa opción de exhibir cuadros en conciertos pictóricos. Nos convida vino y charlamos de la memoria sin luz, la figura del artista, las similitudes entre cocina y pintura, lo sensual de la materia y los efectos de estudiar en un colegio de monjas. ¿Qué tienen en común Mick Jagger, Sandro Boticelli y René Magritte? La respuesta en esta extensa entrevista.

Apenas después de haberla conocido Lula Mari me está saludando para despedirse: “Me tengo que ir a un concierto. Tengo que llegar a tiempo para hacer mi solo”.

– ¿Tocás?

– No, pinto: hago un solo de cuadro.

La respuesta brilla más que todas las copas que tintinean en la sala de exposiciones del CC Recoleta donde estábamos brindando en la presentación de la colección de zapatillas intervenidas por artistas colaboradores de Arte Sin Techo. Esa noche casi a la misma hora Tomi Lebrero y La filarmónica cósmica se presentaban en Niceto, luego de una serie de conciertos durante varios meses en el Pachamama y Lula llevaría por primera vez ante una gran audiencia su irrupción escénica. La banda cambia de dinámica, los instrumentos merman su volumen y cuando uno esperaría una escala de guitarra, un fraseo de bandoneón o una trompeta, aparece Lula sosteniendo el cuadro en alto. “Tengo cuadros para distintos tipos de solos, un minuto, 40 segundos. Cuenta rápido Lula, sorbe una copa y se va tratando de abrirse camino entre pintores, bebedores sociales, funcionarios y periodistas.

Al siguiente recital yo estaba cumpliendo años y ocupado en otro recital: Lulacruza en el CC Recoleta. Lula subió la apuesta: la cita era a las 19: 30 en la Iglesia Dinamarquesa en Buenos Aires, Carlos Calvo 257, en el barrio de San Telmo y la acompañaba musicalmente el organista Marcus Betz. La muestra se llamó Avistaje.

Como Glenn Gould, el concertista de piano que se cansó del protocolo que su época le exigía para presentarse en vivo y comenzó a filmarse en su estudio para luego proyectar sus interpretaciones en cines y teatros -mucho antes que los Beatles decidieran dejar de dar recitales en vivo-, Lula renuncia al formato de exposición tradicional y con una pulsión situacionista reposiciona el rol del artista en una muestra, sin ausentarse sino replanteándose en escena a favor de seguir en buenos términos con la pintura y no con su medio.

Algunos entrevistados suelen estar cassetteados, con respuestas preconcebidas. Para continuar la analogía musical le propongo armar una lista de temas, Lula responde enviando por mail una serie de títulos que podrían conformar una suite.

Track 1: La poesía de la luz, la luz como posibilitadora de mundo, la fuente, lo no intelectualizable de la luz.

“Me gusta escuchar”, dice Lula mientras en su terraza se explayan largo y tendido Ariel Pennisi de Arte Sin Techo y Emmanuelle Dugne agregada audiovisual para los países del Cono Sur en la embajada de Francia, la charla va de la radio al hardcore, diplomacia, vinos dulces, producción, recetas de ketchup casero y gestión cultural. Es una noche de febrero y vamos y venimos por la casa de Lula en Palermo, llevando reposeras, otra vez sosteniendo copas, evadiendo el calor contándonos cosas, mirando cuadros. Me cuenta que su papá observa pájaros, viaja muchos kilómetros para hacerlo, solía irse a Zárate y camuflarse para sacar fotos. Le da play a una grabación del canto de una hembra y espera hasta que aparezca un ave y se pose a tiro de su lente.

“Esta la agarré en el zoológico”. Dice señalando una mara. Luego cambia el artículo y la especie pero no el lugar. Lula se nutre de los modelos vivos en cautiverio y los emplaza en sus pinturas secundando a los protagonistas o, a veces, directamente ocupando el primer plano, como en el caso de su tiburón que nada en un negro denso.

Vamos a un cuarto, Lula mueve cuadros, los saca, los sostiene y nos los enseña: es un recital privado. La obra de Lula seduce: “Un alumno me contó que sacó una foto con su celular a un cuadro mío y se la mandó a una chica, diciéndole que era una pintura de él, ‘Gracias a vos me la levanté’, me decía”.

Pasamos a otro cuarto donde habitualmente da clases y tiene en proceso un cuadro: una mujer joven en el centro con un suelo de césped en el que hay frutas, una hilera de palos atraviesan la pieza, a un costado un manchón marrón insinúa un jabalí, la autora lo mira y señala: “A mis animales les falta ogro, terror. Son medio naif ¿no? Quedan como con un aire de ensoñamiento”.

Las obras de Lula apelan a la agudeza visual del espectador, la mujer y las frutas tienen luces distintas. Ahí en el medio del cuadro, se cruzan Boticelli y Magritte. Lula me muestra como compuso al personaje a partir de unas fotos que le tomó a una chica: “Puse en el chat: ‘Necesito alguien con rulos’. Y vino a posar”. De varias fotos que le tomó, armó su pose. “Hay un proceso digital que no sé ve en la obra final. Sobre el lienzo es todo pintura a mano”, cuenta Lula: “¿Ves esta situación de las frutas? Me fui a plaza Armenia las tiré al piso y empecé a buscar”.

La toma elegida y la reproducción son idénticas, Lula traslada con precisión fotográfica. Le comento acerca del aura de surrealismo que da el cambio de luz: “Siempre parto de otros cuadros, miro muchas obras antiguas y busco recontextualizar alguna pose, llevarla a otro plano, repoblar el entorno. Es importante la luz. La memoria no tiene luz. Si atmósferas, pero no luces puntuales, o por lo menos no mi memoria.Los recuerdos no tienen luz, no retienen ni fijan la luz de las cosas.Mi abuelo fue perdiendo la memoria antes de morir y era consciente de eso. Empezó a transcribir palabras del diccionario todos los días. Pero no lo pudo evitar, finalmente se quedó con pocas expresiones y una que utilizaba para todo: desde describir a una persona a la que había conocido recién hasta para referirse a una fruta del almuerzo. Qué proyección clara que tiene tal, o, esto tiene proyección oscura”.

Track 2: No soy artista, por un pintura vincular y afectiva. Esta pintura es lo mejor que puedo hacer, no quiero descubrir América, quiero darme a los otros con ella.

Lula habla de problemáticas sociales, cuenta que está leyendo a un colectivo francés y dice que no le cierran, que asocia su actitud con la idea de síntoma y remedio: “Lo que yo llamo el síntoma son todas las manifestaciones del ego. Veo que hay una inclinación hacia lo colectivo, lo grupal, lo anónimo, como reacciones al dolor que produce la cultura del yo, tan individualista, tan siglo XX. 
Ahí es adonde veo que hay un riesgo en la figura del artista. Creo que el artista puede inhibir, marcar una distancia: el artista de un lado, a quien le es revelado algo, y los observadores por otro, que al quedar desjerarquizados tienen que salir corriendo a leer las críticas, sintiendo ‘yo no sé nada de pintura’.
Creo que se trata de buscar modos de interactuar inclusivos y afectivos, más que de aplaudir los descubrimientos de los cuerpos individuales.
 Claro que esto produce una tensión, tampoco se trata de la desaparición de lo particular, que sería irse al otro extremo, justamente cuando se trata de habitar esa tensión, si no de la conciencia de que somos partículas, y que de algún modo algo que te llega a vos, le está pasando a otro también. No somos tan indispensables. Diría más que podemos ser un buen cristal, un buen cuerpo de resonancia”.

Otro día, un domingo, recorriendo la muestra Mi torito de Pucará, en el museo etnográfico José Hernández, me detengo en la pieza de alfarería que intervino Lula, junto al torito que pintó hay un texto en el que parece sonar la misma canción que en casa de Lula: “La política comienza cuando los seres destinados a habitar en el espacio invisible de la comodidad o en aquél demasiado visible de la víctima, que no dejan tiempo a hacer otra cosa, se toman el tiempo que no tienen para declararse coparticipes de un mundo común, para hacer ver en él lo que no se veía, u oír como palabra que discute acerca de lo común aquello que sólo era oído como ruido de los cuerpos’ (cita tomada del catálogo “Zapatillas intervenidas, Arte sin Techo” de Jaques Ranciére intervenida por Ariel Pennisi).

Salir del campo de la comodidad, de la voluntad de la propia conservación, para encontrarse con los otros en un espacio común, el de ser contemporáneos, habitar el mismo mundo, pensarlo y participar en él juntos, y buscar experiencias reales, y no gestos de caridad y corrección. La experiencia de intervenir los toritos de Pucará tiene ese signo. El desafío fue no arruinar una artesanía tan bella con ningún gesto artístico pretencioso, si no sumar una voz más a ese coro disonante que pide escucha. Gracias por la invitación”.

Track 3: La historia del arte como caja de resonancias. El lenguaje plástico como lugar sensible, y no como lugar de quiebre. El mandato de ¡sé libre! ¡rompé!! vs: para mi ser libre es armar. (O como decía Leucovich: para las generaciones anteriores, el problema era la opresión, para esta, es la dispersión).

Tenemos hambre, vamos por la segunda botella de vino, quemamos berenjenas y asamos batatas, las comemos condimentadas sobre rodajas de pan. Le pregunto a Lula por su experiencia en el estudio formal de pintura: “¿Por qué querés aprender a pintar una manzana?¿Qué te pasa con esto? Hay que plantear la ruptura’, me decían mis profesroes en la Prilidiano Pueyrredón, era toda esa generación influenciada por las primeras vanguardias históricas. ¿Sé libre expresáte? Dejáme de romper las bolas. Crecí en los 80, mi maestra de jardín me decía sé libre expresate: yo quiero engancharme en la historia del arte dejáme aprender a pintar, enseñáme. No me gusta la figura del artista conquistador, la pretensión de que lo que uno haga no lo hizo nadie más.

Conozco mucha gente que por no querer ocupar esos lugares de poder deja de hacer, de pintar, de tocar. Si tenés 20 años y no te dan ganas de gritar ¡Acá estoy yo!,¡Mirénme, apláudanme! ¿Qué vas a hacer?¿Porqué no seguir, en silencio, conectando con el color, con la forma, pintando? Eso es lo que me paso a mí. En la escuela los profesores te piden un Yo claro, definible, en las prácticas contemporáneas te piden mucho que te definas, casi un subtitulo. Una confusión. Como si el gesto de valentía fuera romper algo previo, y salir vestido con un Yo muy gritón. Para mí, un gesto de valentía es hacer lo que uno ama, y hacerlo con lo mejor de vos. Hacer lo que te toca”.

Track 4: Realismo lisérgico, en busca de una pintura de superficie y alucinación. La fascinación por el mundo como lugar ¿posta te aburre la realidad? ¡Mirá esto!(Featuring Mick Jagger)

Le digo a Lula que sus cuadros parecen plasmar el monólogo interior de los personajes, que hay una exageración realista y que me asombra cómo desarrolló una reproducción casi fotográfica. Lula está armando un cigarrillo en la mesa de su cocina, desvía la vista del paquete de tabaco y me dice: “¿Te cuento como empecé a dibujar?”.

“Mi viejo es médico, tiene 8 mil vinilos y 5 hijos, llegaba a casa y quería desenchufarse, se encerraba solo a escuchar música a todo volumen, ninguno podía entrar.Con mis hermanos le escuchabamos a escondidas los discos. Yo empecé a tomar clases de teclado con una profesora, no pasaba nada, las clases eran medio truchas, no aprendía a leer música sino cifrado americano pero una vez me enseñó una canción de los Rolling Stones. Yo venía de los Beatles toda la infancia y Argentina no era la patria stone todavía. Fui a revolver entre los discos de mi viejo y descubrí a Mick Jagger. Lo que pasó es que yo era una pendeja de quince años y quería todo, ver el lomo de Jagger, su estética, me impulsó a dibujarlo desnudo. Mick con el torso desnudo, Mick desnudo en la cama conmigo, Mick, Keith Richards y yo en la cama. Mick saliendo de la cama diciendo : ‘Me voy de gira’ y yo respondiendo: ‘Te espero acá, Mick’.

Una amiga me contó que había un concurso de una marca de lápices en un shoping de cerca de mi casa y que sorteaban un viaje a Suiza y había becas para estudiar con Hermenegildo Sabat para los mejores dibujos presentados.

– Andá a dibujar, boluda, me dijo.

Yo pensé que no iba ir a ningún lado dibujando a Jagger en bolas, así que pensé y tomé una decisión políticamente correcta : dibujar una boliviana. La imagen de UNICEF ¿viste? Dar visibilidad a los pobres, a los marginados. Una idea de niño que siente la presión de la mirada ajena y obra como cree que los demás esperan que uno se comporte. Me memoricé un dibujo a partir de una foto, practiqué mucho porque no iba a poder tener la foto al lado en el concurso. Fuimos al shopping y me senté a dibujar durante un montón de tiempo. Mi hermana vino conmigo, se fue a dar unas vueltas, volvió a buscarme luego de un rato y una promotora del concurso le pidió que dibujara. Hizo en cinco minutos un arbolito y lo puso en el buzón, mientras yo seguía dibujando. Entregué y nos fuimos. A los diez días sonó el teléfono y escuchamos que mi mamá atiende y dice el nombre de la marca. Mi hermana viene luego de colgar en el otro teléfono y me dice:

-Boluda, me voy a Suiza.

-¿Cómo que te vas a Suiza?

-Sí, mamá está hablando con los del concurso del shopping salió sorteado mi cupón. Me voy a Suiza.

El premio era intransferible y mis viejos tenían que viajar para acompañar a mi hermana que era menor. No tenían guita para llevarme a mí con ellos. Mi mamá habló con los del concurso preguntó por las becas y le dijeron que la ganadora del mejor concurso, a quien luego conocí, una punk total que no estaba interesada en estudiar, había rehazado el premio. Así que me dieron la beca para ir al taller de Sabat. Fui de San Fernando a San Telmo, era toda una aventura para mí que iba de mi casa al colegio de monjas frente a la plaza. Sabat no daba las clases, tenía talleristas que enseñaban y cada tanto pasaba, te ponía un dibujo en frente y te decía:’Mire que notable este dibujo de Van Gogh, copielo’. Y al tiempo volví y te ponía otro y lo mismo.Onda: aprendé copiando, ponéte a dibujar y a mirar.

Al taller cayó un pibe de 30 años igual a Frank Zappa, se llamaba Alejandro Boim, venía de Francia y fue a Clarín a ver si le compraban ilustraciones y Sabat le dijo que fuera a su taller a dar clases. El tipo me pidió dibujos míos y le mostré los de Jagger en bolas. A la clase siguiente me puso un libro adelante y me dijo copiálo: era un desnudo explícito con una penetración en primer plano. Luego me dijo ‘¿Vos querés aprender a dibujar? ¿Tenés hermano? Agarrá una porno de tu hermano y copiá la foto que más asco te de’. Lo hice, dibujé dos minas teniendo sexo oral. Se terminó la beca y el tipo me dijo si querés podés venir a mi taller, te corrijo los dibujos.Fueron viajes iniciáticos para mí, mantuve una relación de amistad que se prolonga hasta hoy.

Mi experiencia con las clases se puede entender mejor desde mi vínculo con Boim. Fue muy revelador, generoso y hasta salvador encontrarme con él. Me abrió mundo. Salía de sus clases, en el microcentro, y sentía que el mundo era un lugar mejor. Recuerdo el olor de su taller, sus libros, la música, y la sensación de alegría vital que tenía cuando entendía algo. Las clases se fueron sucediendo, y él, en su generosidad, me propuso un trato: me dijo que si yo tomaba el dibujo en serio, si estaba realmente interesada en entregarme a la pintura, él me becaba en su taller. Pero la condición era que después pase esa información a otros. Que siga circulando. Tenia 16 años y muchas ganas de encontrar un terreno que explorar. Entonces no hubo nada que decidir, los dados ya estaban tirados. Fue un SI gigante. Empecé a pasar la data a amigos, quería contarles lo que estaba descubriendo. Y a los pocos años empecé a dar clases en San Fernando, en la casa de mis papás. Y la cosa siguió y creció. Dar clases cierra el círculo, es muy potente. En primer lugar, porque te obliga a hacer una síntesis de la información, a buscar maneras de que contar lo que vas entendiendo. Entonces vos también lo vas entendiendo más. Te ordena mucho la cabeza. Y en segundo lugar a mí, personalmente, me ayuda a ubicarme. Mis clases tratan de ser muy técnicas, porque se todo lo que la técnica habilita. Hay un lugar donde la pintura no está tan lejos de la cocina. Doy clases de dibujo y pintura, no de arte. Con esto quiero decir que no me pienso como una maestra-artista que tiene un saber escondido, me siento más cómoda en el lugar de profesora de pintura. Le propongo a la gente que viene al taller estar un tiempo viendo tres cosas: formas, luz y color. Pensar alrededor de eso. Y una vez que sienten que no tienen grandes dudas, o por lo menos que pueden entender como dibujar algo, como pintarlo, se lleven la información a su casa, y se pongan a jugar con eso. En definitiva, lo que pasa entre el pintor y la tela pertenece al terreno de lo íntimo, a los gustos, y mi gusto es algo que tiene valor para mi, pero no tiene porque tenerlo para los demás. Pienso mi taller como una especie de escuela de cocina. Creo que es muy útil tanto al momento de pintar como al de cocinar, no ignorar como se componen los elementos. Ahora, una vez que lo sabés, ahi empieza el asunto. ¿Qué vas a hacer con eso? La respuesta, insisto, es íntima.

¿Enseñaste en instituciones?

“Sí, antes de recibirme tenía que buscar la manera de pagarme los materiales, y conseguí unas horas en una escuela de chicas pupilas en Victoria. Ellas tenían 12 años, yo 20. A pesar de que las instituciones son lugares de mucha carencia, desde lo edilicio hasta lo temporal, fue una buenisima experiencia. Si no te olvidás que son personas que acaban de recibir data acerca de los logaritmos, y que después de vos van a estar viendo las funciones del cuerpo humano, es decir, que están en un lugar terrible, podés tener la paciencia suficiente como para encontrar el modo de vincular. Una vez que entrás en vínculo, algo es posible. También di clases de Teoría del arte en un secundario. Chicos de 5º año de un industrial. Al principio tuve pánico, yo tenía 22 años, ellos 17, y encima iba a hablarles de arte. Pero justamente por eso creo que se copaban. Si a un adolescente le mostrás una buena pintura, la recibe con la misma intensidad, o más, que a un adulto”.

¿Cómo te llevaste con el colegio de monjas?

Cuando iba al primario me partían la cabeza las historias de la Biblia: venía uno y te decía que otro se paró en una playa y partió el mar al medio. ¡Fascinante! Luego, en el secundario, ya tratábamos de buscarle la vuelta para divertirnos. Era un colegio de barrio y el barrio tiende a abaratar todo, incluso la religión. Digamos que las monjas del colegio no creo que hayan estado muy en ley. Con mis compañeras hacíamos obras de teatro en los recreos, me acuerdo de un argumento en el que éramos hermanas separadas al nacer que se reencontraban y se reconocían por un colgante: una salchicha en un collar que se paraba cuando una hermana se encontraba con otra. Las monjas eran parte del público y, en alguna medida, al hacer la vista gorda, avalaban.

Track 5: Los reci: no hace falta que te expliquen nada, (o el bodrio de los curadores e intermediarios).

Es otra noche de febrero, acomodamos los cuadros en un atril amarillo en la terraza de DFCL a oscuras bajo la luna llena. Le pregunto a Lula como se llama el que estamos mirando y me dice: “El trabajo en lo echado a perder”, hay unas tazas rotas y una mujer. “Estaba buscando un nombre para una muestra me fijé en el I ching y salió ese hexagrama. Los títulos no importan”, agrega. Nos sentamos en uno de los bancos, el gato Bowie recorre el patio, se sienta con nosotros y mira de a ratos el atril, Lula arma cigarrillos.

¿Exhibiste en forma tradicional en el circuito del arte?

Sí, en diferentes paredes.Te cuento de las que son más conocidas, hice dos muestras individuales en Zavaleta Lab / Arte Contemporáneo Mil Mañanas y en la Galería Crimson, una llamada Pinturas. Participé en salones del Museo Sívori, Museo Nacional de Bellas Artes J.B. Castagnino, en Rosario, C.C. Borges Periférica, Arte de Base, KDA y el Palais de Glace, Bienal Paloma Alonso. Los salones son un embole, no pasa nada, la gente no conecta. Vas a la muestra y hay dos viejos que miran dos segundos los cuadros y siguen de largo.

En la iglesia danesa mostré 15 cuadros, todos producidos en los últimos dos años, yo pensé que el público estaba cansado, había 120 personas, no los veía y estaban en silencio, mientras los falopeaba la música del órgano. Silvina Romero, mi amiga desde el colegio de monjas, me ayudaba a pasar los cuadros, uno ella, otro yo. Estábamos cada una en un cuartito oscuro, en el costado del altar, con los cuadros que le tocaban a cada una. A medida que avanzaba el concierto nos mirábamos y nos reíamos en la oscuridad: ‘¿qué estamos haciendo?’, decíamos. La fantasía de dos pendejas eclesiásticas. En un momento paré, me acerqué al altar y dije: ‘Tengo más cuadros pero me parece que ya está esto’.Escuché gritos que decían: ‘¡Nooooo! ¡Queremos más!’ ¿Más? ¿Más qué pensaba yo? Eso no pasa jamás en una muestra de un salón”.

¿Hay pintores actuales que te gusten?

Me gustan más los ilustradores que los pintores, me parecen más humildes, menos mentirosos. A los pintores actuales locales les adivinás la escuela enseguida. No estoy pendiente del panorama del arte.

¿Conocés la obra de Walton Ford? El también pinta animales con un detalle de naturalista pero con un toque surrealista.

Conozco lo que hace, de hecho tengo varias de sus pinturas en mi compu.

¿Te gusta Magritte?

Algo.

¿The empire of the ligth, el de la casa que tiene un cielo de día y luz de noche?

¡Sí, soy muy fan de ese cuadro de Magrite!

¿Como cuando te gusta un tema y no todo el disco de una banda?

Exacto. Me gustan los que son laterales a su tiempo. Estar en el mismo momento que otros artistas te hace más crítico. Puedo nombrar entre los pintores que me gustan a los barrocos 
Georges de La Tour, Zurbaran, del renacimiento alemán Albrecht Altdorfer y Cranach, los primitivos italianos como Masolino da Panicale, Fra angelico, los manieristas El greco, Tintoretto, Parmigianino, el siempre amado Rembrandt, obvio, Rafael e Ingres, Courbet, los prerafaelistas, Millais, Waterhouse, los desechos del siglo XIX: Bouguerau, Alma tadema, Pradilla, Sanchez Barbudo, hay un montón…

¿Qué opinás de los retratos de Antonio Berni?

De los retratos de Berni, el que más me gusta es el de la muchacha con suéter rojo. Cuando Berni se pone a pintar texturas, ahí lo adoro. Cuando se pone a pintar esos grandes murales sociales, por más que sea políticamente incorrecto decirlo, me dan ganas de que los pinte más. Es decir, me gusta como compone, pero todo me parece a mitad de camino… Cuando un pintor se copa horas con un color, suele aburrirme”.

Bonus track: Futurismo

Pienso en Lula y en el cantante Rodrigo Bueno, que en la cumbre del cuarteto hizo de sus conciertos una parodia entre boxeo y concierto. Vuelvo a Glenn Gould, tarareando feliz sobre piezas de Bach. Cansada de los formalismos, Lula habla con pasión de la pintura, es una tromba de movimientos gesticula casi tanto como lo hacía Ian Curtis, el cantante de Joy Division. Su analogía musical es cambiante, no se casa con un género o un ghetto, como los músicos más interesantes, los próximos movimientos de la obra de Lula Mari son un documental en desarrollo y conciertos en el marco de un festival de improvisación de jazz: “El corto lo está filmando Ezequiel Yoffe. Tiene una productora, que se llama La granja cine, y está haciendo algunos cortos. Filmó a otros amigos míos Silvina Romero, Tomi Lebrero, Rita Bamidele Hampton, ahora se copó con el tema de los recis, y estuvo en la previa de la iglesia, filmando todo, y grabaron algunas cosas en mi taller también. Se coparon con la idea de los recitales, y quieren documentarlo, mucho más no sé…El sábado 19 de marzo tocaría en el Free Jazz Festival 5ta Edición. Toco con Rabdomante free jazz. Marina Mosenkis, saxofón soprano. Hernan Samá, saxofón tenor. Hacemos un cuadro, silencio, y ahí ellos improvisan sobre el cuadro”.

Nosotros hacemos silencio. Lula sigue haciendo cuadros. Aquí la web para verlos.

www.lulamari.com.ar

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